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Arrugas llenas de sabiduría

  • irisserram
  • 24 ago 2020
  • 4 Min. de lectura


Los segundos padres, los que te acompañan, te enseñan, te educan, te dejan huellas en el alma, te ofrecen un tesoro incalculable, te miman y te conceden caprichos; y si por si ellos fuera, hasta deseos. Ellos son los abuelos. Yo he tenido la suerte de haber conocido a los cuatro y me han acompañado en ese gran proceso de la vida, y para aquellos entonces eterno, el puente entre la infancia y la juventud. Ellos son arrugas llenas de sabiduría, fuerza, amor, comprensión, confianza…


Esas personas maravillosas que regalan amor, pero que por desgracia, vas viendo que como una vela, se van apagando y consumiendo, y sabes que llegará ese momento en que solamente permanecerán en tu memoria y en tus recuerdos. Este post de hoy, es para ellos, mis cuatro puntos cardinales : Alfons, Joaquima, Marcelino y Angelines.




La primera vela que se me apagó fue mi abuelo Alfons, cuando yo tan solo era una niña, dejándome el recuerdo de una persona cascarrabias pero risueña, forjando nuestro secreto: cada vez que nos veíamos me daba, casi a escondidas para hacerlo más mágico, 100 pesetas. Obviamente cuando eres pequeño el dinero no importa, pero era nuestro secreto. Hasta antes de mudarme a Costa Rica, conservé un pájaro de juguete que cantaba y que él siempre lo hacía parlar cuando íbamos a visitarlo. También guardé un bolígrafo que me regaló, cómo si ese objeto hiciera que no lo pudiera olvidar nunca, cosas de niños. Ojalá hubiéramos podido vivir más cosas avi.


Mi segunda velita fue Joaquima, cómo se enfadaba cada vez que le enseñaba un piercing nuevo o me hacía un tatuaje, decía que eso eran cosas de macarras y en su catalán tan dulce siempre me decía “collons Iris, collons!” (en catalán no usamos la primera exclamación, eso es una belleza exclusiva del español). Era una excelente costurera, como muchas de las abuelas de los 90. No sólo cosía por trabajo, también lo hacía por amor; por eso todo le quedaba tan maravilloso. En punto de cruz, tejía paisajes, animales, manteles con iniciales o decoraciones de todo tipo. Ella vestía las mesas con elegancia para Navidad.


Siempre admiré, admiro y admiraré todos los años que vivió sola, totalmente independiente hasta el día que decidió cuidarnos desde el cielo. Intentaba tener su memoria joven, leyendo revistas del corazón, haciendo sudokus y crucigramas. Toda una experta. Àvia -abuela en catalán-, voy a honorarte siempre siguiendo tu ejemplo, voy a intentar ser siempre una mujer independiente y mantener mi mente joven.




Con lágrimas en los ojos sigo escribiendo para dedicarle palabras llenas de amor a mi tercera velita, mi yayito Marcelino, el rey de los refranes. Cuando nos comíamos un helado me decía “quien tiene un polo tiene un regalo, se come el polo y le queda el palo”. Y cada vez que me como uno, su recuerdo está vivo en mi memoria. Cuando era pequeña deseaba que los demás niños tuvieran un abuelo como el mío.


Compartimos vacaciones en la playa, noches de pesca, barbacoas de domingo, mil y una historias, ya que no solo era el rey de los refranes sino de las batallitas. Abrir la nevera y encontrar un pescado entero o un pulpo era rutina en casa de mis abuelos ¡qué sustos me pegaba!. Más de la mitad de mis recuerdos, él los empieza con la frase “Cuando yo era joven…'' .Él era el mejor constructor, el mejor taxista, el mejor cuentacuentos, en definitiva, un súper abuelo. Los días que amanecía lloviendo y teníamos que ir a la escuela me encantaban, sabía que ahí estaría él, dispuesto a venirnos a buscar en su coche para llevarnos a la escuela y que ‘sus nietos bonicos’, como él cariñosamente decía, no se mojaran. Tus últimos años de luz no fueron los mejores, maldito Alzheimer, pero siempre estuvimos juntos y aunque no pudiera estar el día en que tus cenizas volaron para nadar en el mar, cada vez que me baño en él sé que me proteges y me abrazas.


Y luego está la más guerrera, la reina del castillo, mi yaya Angelines, que espero que me acompañes muchos años más. Un carácter fuerte que con los años y mucho amor se ha ido reblandeciendo. Ha pasado de no expresar sus sentimientos a querer gritarlos a los cuatro vientos. Las horas que pasas con ella se le convierten en segundos. Siempre queremos más. Te hace sentir que vive esperando el momento en que vas a visitarla. Cualquier hora es buena para pasar tiempo con sus nietos, siempre dispuesta a jugar al parchís (la campeona por excelencia y saqueadora de monedas), a ofrecer su deliciosa paella (la mejor que he probado nunca), a enseñar recetas (que no son pocas), a alardear de sus plantas o su limonero, a ir a las rebajas del Corte Inglés, a pasear, a ver el mar, a contar historias… su querida playa de Vallcarca, las penurias que vivió durante la guerra civil española, su primer amor… entre muchas otras.


Cada vez que bato un huevo me acuerdo de ti, me contaste que llorabas cuando escuchabas a la vecina batirlos ya que por culpa de la guerra pasaste hambre. La guerra también desvaneció el día de tu cumpleaños ya que no sabes con exactitud cuando fue, por eso tu mes siempre será el de las flores, y tú eres la más bonita. Yaya, ojalá fueras eterna. Nos vemos pronto para continuar coleccionando recuerdos.


Todos esos momentos que no valoras en el presente, en tu futuro se convierten en tesoros del pasado. Y yo, puedo decir que he tenido unos súper abuelos y algún día espero ser una abuela tan especial como ellos han sido, son y serán para mí.



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1 則留言


Núria Querol
Núria Querol
2020年8月27日

Que lindos los yayos... Y que suerte que hayan sido tan buenos contigo. El rey de los refranes te convirtió a ti en la reina de ellos. Eternidad física no podrá ser, pero está claro que de alguna forma lo son. Un abrazote


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